- "No puedo tocar a Dios, ni verlo ni olerlo y, por tanto, no tengo la certeza de que exista", comentó al sabio y maestro, un discípulo suyo.
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- "Tampoco se ve el oxígeno, ni se toca ni se huele y, sin embargo, no negamos su presencia", contestó el sabio.
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- "Sí, pero el oxígeno lo siento dentro de mí cuando respiro", replicó el discípulo.
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- "También podemos sentir a Dios si hacemos silencio en nuestro interior", sentenció el maestro.
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