Por Anna T.
¿Quién no ha pasado por alguna “crisis” en su vida? Desde las sentimentales a las laborales, desde las superfluas hasta las existenciales…
Hay crisis famosas como la de los 40, aunque seguro que cada edad tiene su crisis estereotipada: sobre los 15 la pubertad con la famosa edad del pavo, unos años más tarde vienen las existenciales: ¿Y ahora qué? ¿Qué camino debo tomar? Y cuando te das cuenta de lo maravillosa que era la vida del estudiante ya estás inmerso en un mundo estresante y veloz del que no sabes como bajar.
También padecemos crisis fugaces en forma de ataques de ira, crisis absurdas: altibajos anímicos que ni nosotros mismos comprendemos… Pero cuando las sufrimos parece, como dirían los galos de Astérix, que el cielo se fuera a caer sobre nuestras cabezas...
Hace poco un amigo me dio un punto de vista muy interesante sobre el tema: Si bien las crisis son inevitables, hay muchas formas de vivirlas y quizás la forma más positiva sea aquella que nos ayude a crecer y a fortalecernos según la superamos, aquella que nos enseñe de nuestros errores y debilidades para resurgir como el Ave Fénix de nuestras cenizas un poco más sabios en la materia de la vida, aquella que nos obligue a mirarnos en el espejo de nuestra alma para encontrar en nuestra esencia la forma de convertirnos en mejores personas.
Tomado de la página web de "aunalia", hace ya un tiempo.
Esta página web ya no existe.
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