Baeza es un instante pendular
cansado o floreciente
según sople la historia
con sus palacios a la espera
sus adoquines resabiados
sus lienzos de muralla
su alcázar que no está
sus ruinas que predican
su custodia que gira y centellea
sus casas blancas
mas no vine a baeza a ver baeza
sino a encontrar a don antonio
que estuvo por aquí
desolado y a solas
la muerte adolescente
de leonor en sus manos
y en su mirada y en su sombra
tengo que imaginarlo
aterido en el aula
junto al brasero las botas raídas
dictando lamartine y víctor hugo
ya que tan sólo era
profesor de francés
uno de tantos
tengo que descubrirlo en las callejas
que ciñen la obstinada catedral
montada en la mezquita
y suponer que estamos en invierno
pues no era machado un poeta de estío
que federico estuvo aquí
dicen y dicen que le dijo
a mí me gustan
la poesía y la música
y tocó al piano algo de falla
pero a machado le atraía
más la templada encina negra
que ya murió
camino de úbeda
tampoco existe la farmacia
(en su lugar hay una tienda)
donde charlaban y tosían
los modestísimos notables
y allí llegaba don antonio
con su silencio y lo sentaba
junto a la estufa
los madroños las cabras
las lechuzas entraron en sus versos
mientras baeza mantenía
los gavilanes en su nido real
la tarde se recoge en las colinas
el poeta no acude
sin embargo lo escolto
en su ritual hasta el paseo
de la muralla
a ver una vez más los olivares
y las lengüetas del guadalquivir
y la sierra de mágina que es mágica
y junto a mí sin verme
y junto a él sin verlo
entramos don antonio y yo en la niebla
medidos por el rojo sol muriente
él como el caminante de sus sueños
yo como un peregrino de los suyos.
Baeza, agosto 1.987.
MARIO BENEDETTI (1920-2009).
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