domingo, 22 de agosto de 2010

El bambú japonés.

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.También es obvio que quien cultiva la tierra se impaciente frente a la semilla sembrada y grite con todas sus fuerzas: ¡¡¡Crece, crece!!!.
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Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: siembras las semilla, la abonas y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, hasta tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de solo seis semanas, la planta de bambú crece... ¡más de 30 metros!
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¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas para desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de 7 años. Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces tratamos de encontrar soluciones rápidas, soluciones apresuradas, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizá por la misma impaciencia, cuando aspiramos a resultados a corto plazo, abandonamos súbitamente justo cuando ya estábamos a punto de conquistar la meta.
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Es tarea difícil convencer al impaciente de que sólo llegan al éxito aquellos que luchan de forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. En estos momentos (que todos tenemos), hay que recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, para aceptar -en tanto no bajemos los brazos- la dificultad, y no abandonar por no "ver" el resultado que esperamos: si está sucediendo algo dentro de nosotros, estamos creciendo, madurando. Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice. El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia. La vida, a veces, es como el bambú japonés. ¿Creciste?

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